domingo, 23 de septiembre de 2012

HOY SE CUMPLEN 4 AÑOS QUE SE FUE EN UN VUELO SIN RETORNO EL ZORZAL DE CORRIENTES ROBERTO GALARZA
 El “Zorzal de Corrientes” murió en la mañana del 23 de Septiembre de 2008 cerca de las 7, según ratificó  Liliana Galarza, hija del querido cantante y autor de la música litoraleña. El músico se encontraba internado en el hospital Escuela luego de sufrir un accidente cerebrovascular.

martes, 18 de septiembre de 2012

19 de Septiembre:

                                Día Nacional del Chamamé

Compuso junto con Constante Aguer, el tema que es himno del sentir chamamecero, “Kilómetro 11”. El 19 de septiembre, día de su muerte acaecida en el año 1974, fue instituido como “Día Nacional del Chamamé”.
En recuerdo de una de las más entrañables personalidades correntinas, hoy se conmemora la desaparición física del “Taita” del Chamamé, don Mario del Tránsito Cocomarola. 

Hace 38 años, un 19 de septiembre como hoy, fallecía en Buenos Aires el prodigioso del Chamamé, Don Tránsito Cocomarola, fecha que posteriormente fue instituida como el "Día del Chamamé". 

Tránsito Cocomarola nació en el Paraje El Albardón, departamento San Cosme, el 15 de agosto de 1918. Fue el cuarto hijo del matrimonio de Felipe Cocomarola, inmigrante oriundo de Capri (Italia) y de María Vicenta Aquino. Su contacto con la música comienza siendo él muy pequeño, ya que pasaba mucho  "jugando" con un pequeño acordeón que su había traído. 
DON COCOMAROLA. Su contacto con la música comienza siendo él muy pequeño, ya que pasaba mucho tiempo "jugando" con un pequeño acordeón. 


Su  profesional comienza a los 13 años, cuando muere su padre y él decide dedicarse por entero a la música. Es entonces cuando empieza a tocar en lugares "de vida nocturna", teniendo que disfrazarse para parecer mayor, ya que la presencia de menores en esos lugares estaba terminantemente prohibida. 

Formó parte de numerosos grupos, hasta que es descubierto por un ejecutivo de la grabadora "Odeón", quien lo invita, junto con su grupo, a grabar por primera vez. La canción elegida para esta grabación es la inolvidable "Laguna Totora". 

A partir de allí el camino musical del artista fue siempre ascendente, incorporando nuevas propuestas en sus composiciones, cuyas métricas y ritmos se escuchaban diferentes a las de los chamamés más tradicionales. 

Grabó más de seiscientos temas, de los cuales casi quinientos son de su autoría 
TRANSITO COCOMAROLA - 02 KILOMETRO 11.mp3

jueves, 6 de septiembre de 2012

                 El 8 de septiembre se recuerda la Tragedia de Bella Vista.

El río Paraná se llevó en su corriente a un grupo de músicos de gran relevancia y trascendencia a fines de la década del `80.  En esta oportunidad ofrecemos un adelanto exclusivo del libro de Ricardo “Tito” Gómez donde hace un mirada profunda a un hecho que lo involucró hasta la médula.  Además revivimos las apreciaciones de Oscar “Cacho” Espíndola
El siguiente texto es un fragmento del libro autobiográfico de Ricardo “Tito” Gómez titulado De las musas de mi vida.  El autor dedica parte de sus memorias a un hecho que ha conmocionado a todo el litoral chamamecero.


La tragedia 8 de Septiembre de 1989

Convocados para representar a Corrientes en el Festival Internacional de Folklore en Niza, Francia, comenzamos a ensayar un grupo de conjuntos, solistas, cuerpos de danzas y recitadores en las instalaciones de la Sociedad Italiana. Habíamos logrado una cohesión y un nivel artístico, quizás inalcanzado en Corrientes.
Prestigiando esta delegación, acudieron a participar artistas de Resistencia, Chaco. El resultado, con la genial puesta en escena de Dante Cena, desbordó la más exigente de las expectativas.
Muchos fueron los sueños depositados en ese viaje. Por nuestra parte, nosotros, los de “Reencuentro”, utilizaríamos solamente el pasaje de ida. Desde Francia, pensábamos viajar a España donde nos esperaba uno de los guitarristas de Alfredo Zitarroza, el entrerriano “Dioni”Velázquez.  Éste, nos había escuchado en su pueblito natal de Santa Elena, en el “Festival de la Chamarrita”, y quedó muy impresionado por la forma en que sonaba nuestro conjunto.
Apenas bajamos del escenario, lo apartó al “Gringo” quien luego de dos horas de conversación, me contó que “Dioni”, quién residía desde hacía años en España nos proponía que fuéramos todos a intentar suerte allá – por supuesto, nos dijo, yo quiero tocar con ustedes la primera guitarra -.
Lamentablemente, muy lamentablemente, ese viaje no se concretó: a 24 horas de la partida, el entonces Director de Turismo Julio Traynor, suspendió sin motivo aparente nuestra participación en el festival. La indignación de todos fue enorme; para solventar los gastos del viaje muchos habían malvendido sus departamentos ó sus automóviles... para nada…
Como la integridad de ese funcionario corría peligro, éste optó por desaparecer de su lugar de trabajo y de su domicilio por largo tiempo.  Indignados, pero decididos a no dejarnos abatir por tantos sueños estafados, resolvimos mostrar al pueblo de Corrientes cuánto valíamos y la calidad de lo que se iba a presentar en Francia. Comenzamos debutando en el Teatro Vera con un lleno total. Sigue imborrable en mí, el recuerdo de la emoción con que nos abrazamos todos al cerrarse el telón.

Un mes más tarde, el viernes 8 íbamos a presentar nuestra delegación en Bella Vista. El sábado 9 nos tocaba ir a Formosa, y el domingo 10 estaba previsto el Domo del Centenario de Resistencia.
Con cierto retraso, partíamos desde Corrientes rumbo a Bella Vista.
Apenas llegamos, descendimos todos en el Club Juventud; los cuerpos de danzas se quedaron para ensayar, la gente de sonido de FONEA -Raúl Díaz y Patricia Semper-, también descendió junto al equipo de iluminación y efectos especiales, para montar todo y preparar el espectáculo de la noche.
De pronto “Yacaré” Aguirre dijo en voz alta: “a ver, vengan conmigo a la radio todos los músicos para que Bella Vista se entere de que ya llegamos”.
Partimos en el mismo micro, trece personas, diez músicos, dos choferes y un bailarín llamado “Puchi” González, que, como estaba cansado, (había vuelto de una peregrinación a Itatí), ni se enteró que, sería involuntario protagonista de la tragedia, puesto que no se bajó en el Club ni en la radio, y continuó durmiendo en su asiento del micro.
Dante Cena, que era el encargado de la puesta en escena de “La delegación” nos dijo antes de salir hacia la radio: “miren que los quiero aquí a las 18:30 para ensayo general, eh?”. Mientras cantábamos, se había generado un clima hermoso entre los músicos que estábamos tocando en la radio, los operadores y la gente de la misma, que sin avisar, alguien trajo una cámara filmadora y comenzó a filmar todo lo que estaba aconteciendo en ese momento.
De pronto miré mi reloj: marcaba las 19:30 y pensé para mí: “Uhhh, Dante debe estar nervioso porque nos retrasamos”.
Eran las 19:40 cuando ascendimos nuevamente al micro. Escuché una voz que no pude precisar de quién era, que le dijo al chico que manejaba: “¡dale, dale, que llegamos tarde!”.
Al poner en marcha el Aklo, (tal era la marca del colectivo), de procedencia inglesa, muy antiguo y maltrecho, observé encendida en el tablero una luz roja, la que según después supe, indicaba falta de aire en el compresor, ya que éste, se había descargado en su totalidad a través de los pulmones de freno averiados.
Llegamos a la esquina, donde debíamos girar a la izquierda para retomar la calle Buenos Aires, pero una camioneta mal estacionada, nos impidió la maniobra.
Nuestro chofer, colocó entonces la trompa del vehículo en la bajada, trabando por precaución la rueda delantera derecha contra el cordón derecho de la vereda. Luego, en reversa, intentó retroceder ese par de metros. Pese a acelerar a pleno motor, no consiguió salir de la bocacalle que sería luego nuestra trampa mortal. El chofer no sabía que al final de esa bajada estaba el Paraná, que de día, se divisa claramente desde allí; pero había oscurecido y nuestra visión llegaba tan sólo, hasta donde alumbraban los faros del micro.
Ante lo infructuoso de los intentos, Ricardo Scófano, (nacido en Bella Vista y conocedor de la zona), le dijo al conductor: “esta porquería no va a subir marcha atrás, mas vale que des la vuelta por abajo y salimos por la otra calle”. Obviamente, nadie, excepto el chofer, sabía de la falta de presión en el compresor.
Ante el apuro de los que conducían “La Delegación”, el chofer, creyendo que esa bajada se transformaría luego de unos metros en terreno llano, destrabó la rueda delantera para continuar la marcha por esa calle. Ya en los primeros metros del recorrido, el micro fue tomando una aceleración inusitada, y la primera curva de la pendiente ya la tomó fuera de control, balanceándose hacia los costados. ¡¡¡Los frenos no funcionaban!!! ¡¡¡Mis ojos iban fijados en los brazos del conductor ya que de ellos dependía mi vida!!! Como no sabía que debajo de la pendiente estaba el río, yo esperaba en cualquier momento el corte en la carne o la fractura en los huesos, ya que esperaba el impacto del vehículo sin control contra algo o el vuelco, pero jamás el agua!!!.
El pánico se generalizó: entre los gritos de los que estábamos dentro, recuerdo la voz de Ricardo repitiendo desesperadamente: “¡¡¡este colectivo no tiene frenos!!!” “¡¡¡este colectivo no tiene frenos!!!”.
Esos gritos, sumados a los gritos de terror de todos los que íbamos arriba del micro y el fragor de los neumáticos del Aklo rodando a toda velocidad fueron lo que más impresionó - según supimos después - a los testigos presenciales de la caída. Un peritaje ulterior, estableció que habíamos alcanzado los ¡104 km./h.!.
Luego de unos 300 metros de carrera desenfrenada, el colectivo despegó el tren delantero del suelo, volteó como a un junco una palmera, y con las ruedas traseras derribó la baranda de la costanera. Un par de segundos antes de iniciar el vuelo por el aire, Scófano gritó:“¡guarda que nos vamos al agua!”.
Zitto Segovia, que iba sentado en el apoyabrazos del asiento contiguo al mío, pasillo de por medio, me aturdió con otro grito desgarrador: “¡Jesús, yo no sé nadaaar!”.
En tanto, la actitud de Carlos Miño, que estaba a mi lado, contrastó por lo serena, con el terror de los demás: abrió en el aire la ventanilla correspondiente a nuestro asiento, previendo quizás la necesidad de una vía de escape. La altura que verticalmente separó el punto en que nuestro micro abandonó la bajada, de la superficie del agua, era de aproximadamente 15 metros. Hay que sumar a eso, la distancia que con que el impulso que traíamos, nos proyectó hacia el cauce del río. Decir 20 metros quizás sea quedarse corto. Durante esa parábola mil pensamientos surcaron vertiginosamente mi cerebro. Cuesta admitir cómo y por qué, tantas vivencias pueden desfilar por la mente en tan breve tiempo.
El peso del motor inclinó la trompa del micro hacia abajo, haciendo que éste cayera en zambullida vertical contra el agua. Al impactar, estalló el parabrisas y el agua irrumpió violentamente al interior, impidiendo a los choferes despegarse de sus asientos. Recuerdo que hacía mucho frío, razón por la que todos íbamos abrigados con camperas y todas las ventanillas del micro estaban cerradas.
Conté uno, dos, tres antes que el agua me cubriera. [- Difícilmente, un ser humano normal, sería capaz de pensar que hacer en tres segundos –. Aspiré hondamente aire en mis pulmones, y una fracción de segundo antes de entrar en el túnel oscuro alcancé a ver que Carlos Miño, ya tenía medio cuerpo fuera de la ventanilla. Actué rápidamente; no sé si por imitación ó por inspiración divina: me tomé del parante de la ventanilla, esperé que Carlos terminara de salir y ya sin ver nada, intenté seguirlo.
Lo que entiendo que fue la succión del colectivo al hundirse, me impedía desprenderme de él. Recién cuando éste tocó el fondo del río, conseguí despegarme. Sin saber nadar, braceando desesperadamente, y sin saber cómo, salí, al cabo de una eternidad, a la superficie. Sin mis anteojos y en plena oscuridad, no alcanzaba a divisar ningún punto de referencia más allá de escuchar los gritos de mis compañeros de infortunio, pidiendo desesperadamente auxilio.
Pensaba – ojalá que no me dé un calambre, ojalá que ninguno de los que están alrededor mío se me aferre, porque nos ahogaríamos los dos –.
A lo único que atiné fue a conservar la calma; me lo repetía en silencio una y otra vez, conciente de que era preciso ahorrar energías y controlar el pánico. Noté, pese a todo, que mantenerse a flote, no era tan difícil como siempre pensé. En uno de los giros sobre mí mismo divisé lo que (según creí), eran las luces de la ciudad, o de la costanera: me pareció vertiginosa la velocidad con la que se desplazaban de derecha a izquierda. Comprendí entonces que la corriente del canal me estaba arrastrando rápidamente río abajo. El río estaba inusitadamente encrespado esa noche. Atiné a gritar, tímidamente al principio, y luego con vigor: "¡socorro!, ¡auxilio!", acción que logré sólo a medias, puesto que el agua que se introducía en mi boca sólo me permitía pronunciar la primera mitad de cada palabra. Después de unos minutos, que me parecieron eternos, interminables, para mi fortuna, “Mozú”, un pescador que escuchó mis desesperados pedidos de auxilio, corrió por la costanera hasta el lugar desde el cual el río me llevaba inexorablemente hacia la muerte. ¡Vení nadando para acá! - me gritó – [b]¡¡¡No sé nadaaaar!!![/b] fue mi respuesta en igual tono. Escuché entonces: ¡ahí va un salvavidas!
El único sentido que conservaba, mi oído, ya que mis anteojos de ver, los perdí al primer contacto con la corriente, me orientó en el momento en que braceé como pude, hacia donde me pareció que había chapoteado al caer, el providencial auxilio. Como pude me introduje en el salvavidas, que me colocó a ras del agua, horizontalmente. Recién entonces, tomé conciencia de que había estado flotando en posición vertical.
Alcancé la costa con mucha dificultad ya que repito, no sabía nadar y, cuando ya estaba al límite de mis fuerzas, mi salvador me ayudó a trepar a la costanera. Le grité entonces: “¡corré a auxiliar a los demás!”, creyendo que por haberme salvado a mí, tenía facultades para hacerlo con los otros…
Cada vez que recuerdo ese dramático percance y la tan desventajosa situación de la que logré escapar con vida, pienso en la mano que Dios nuestro Señor me tendió, fue algo mucho más tangible, que un mero empirismo de la Fe. Fue su providencial amparo lo que me apartó del infortunado destino que corrieron los otros ocho.
Las víctimas fueron: los dos choferes del colectivo, Joaquín Adán y Miguel Ángel “Míchel” Sheridan, “Yacaré” Aguirre, Jhony Bher, “Chango” Paniagua y Zitto Segovia.
Diría yo el domingo 10, cuando con Alfredo Humberto Norniella, el único periodista con el que, en razón de su vieja amistad conmigo y con el grupo, acepté hacer una nota televisiva. No me parecía ético hacerlo con todos, ante tamaña tragedia y con la presencia visible de los familiares de las víctimas.
Otros, no lo entendieron así…
Luego de los interminables sollozos que dejara Alfredo sobre mi hombro, alcancé a balbucear frente a la cámara: “sólo Dios sabe por qué unos sí y otros no”... y el llanto me impidió seguir…
Ya en la costa, sólo, perdido, aterrado y en estado de shock, y sin poder ver nada a mi alrededor, sólo lloraba… no sabía para donde ir!!!
De pronto reconocí una voz que gritaba “¡Titooooo, Titoooo!” y divisé una sombra que emergió de la oscuridad y se me aproximaba corriendo.
Era Ricardo Scófano... Abrazados, lloramos por largo rato.
Los suboficiales de la Prefectura nos condujeron a las dependencias internas del destacamento. Nos abrigaron con frazadas, que no alcanzaban de ninguna manera, para mitigar el frío del alma...
Me sentía abismado, no entendía nada; las secas órdenes y los silbatos sólo contribuían a confundirme más.
Llegó poco después a lo que sería nuestro primer contacto con tierra firme, Julio Acebal, un amigo de los músicos de Reencuentro, y me dijo: “vamos a casa, Tito”. Moviendo la cabeza me negué: pensaba que permaneciendo allí haría posible algún milagro más...
Recién después logré entender que los que no habían salido hasta ese momento, ya no tendrían chance de sobrevivir. Cuando yo providencialmente lo logré, ya estaba más allá del límite de mis fuerzas y de mi aliento... por lo tanto, los demás…
En tanto, una chica del Cuerpo de Danzas Tradicionales “Guada”, me quitaba las botas y las medias empapadas al tiempo que compartía mi llanto y mi impotencia. Me parecía imposible que mis amigos Gringo y Michel, con quienes había compartido 20 años de música, ya no estuvieran...
Me di cuenta entonces, de lo infructuoso que era permanecer allí, en ese lugar lleno de órdenes inútiles y sin sentido, con el que yo no tenía nada que ver.
A diferencia de lo que dijeron todos los medios, radiales, televisivos y escritos, la Prefectura no salvó a nadie. Su lancha permaneció amarrada a la costa porque no tenía combustible, y ninguno de los oficiales, suboficiales ó marineros que presenciaron todo desde la costa, fue capaz de arrojarse al agua, de hacer algo por nosotros... solo los pescadores… a quienes les debemos haber salido con vida, Carlos Miño y yo.
Un rato más tarde, fue a buscarme Luisa, la mujer de Julio Acebal, y me dijo: “vamos papito a casa, te voy a sacar la ropa mojada y estarás bien allí”.
Ellos, eran los concesionarios del Club de Caza y Pesca, frente al cual pasé flotando mientras la corriente me arrastraba.  Abrazado a Luisa, recorrí tambaleante los 350 metros que hay desde la Prefectura al Club de Caza y Pesca y allí, en una pequeña habitación, esa amiga convertida en mamá – me cambió toda la ropa mojada como si hubiera sido un bebé recién nacido - porque yo no me valía por mí mismo – utilizando para ello, ropa seca de su marido.
Luego, las sirenas de las ambulancias, ya que sus tripulantes, no hicieron más que eso: aturdir con sirenas; los médicos que entraron a la habitación donde Carlos Miño y yo intentábamos recuperarnos del espanto, ni siquiera fueron capaces de inyectarnos un tranquilizante; se limitaron a conjeturar sobre estadísticas de siniestros similares. “En estos accidentes, la mayor parte de las muertes se produce por atascamiento, cuando dos ó más personas intentan salir por una misma ventanilla”- recuerdo que comentaban-. ¡Realmente patético...!
Dos horas después de la tragedia, reunidos los sobrevivientes en el Club de Caza y Pesca con el resto de la delegación (que se había quedado en el Club Juventud pendiente de la conducta a seguir), me dije: “Nooo, yo no me puedo ir, me quedo acá, eran demasiado amigos míos”. Así que, confundido e impedido para razonar, tomé la decisión de permanecer allí, hasta que sacaran el micro del agua, cosa que recién se hizo el domingo de tardecita. Salió vacío…



Mientras trabajaban los buzos tácticos venidos de Buenos Aires y el personal de la Prefectura para tratar de sacar el micro sumergido, vagaba por la costa del río y lloraba con cada amigo de “Reencuentro” que se había llegado a Bella Vista para acompañarme… una y otra vez, ellos, me pedían detalles de cómo había sido todo y ese relato lo tuve que repetir, una, dos, cien… y ya no recuerdo cuantas interminables veces…
Recién cuando el Aclo emergió vacío, el domingo, me dije: “ya no hay nada que hacer aquí”.
El sábado, -el día siguiente al accidente-, se presentó en mi habitación, personal policial para tomarme declaración testimonial como sobreviviente y yo, que aún continuaba en estado de shock ante la tragedia y la falta de contención médica, obviamente, no supe qué decir.
[s]A veces la justicia[/s]
Otra de las vivencias que se me quedaron grabadas a fuego en Bella Vista y a la que aún hoy, no he podido encontrar explicación fue ésta que me marcó un determinado camino a seguir, luego del horror: Yo - creo que más que ningún otro- esperaba ansioso que viniera a acompañarnos en el dolor y la desesperanza, y en su condición de hombre más cercano a Dios, el sacerdote Julián Zini. Él, que agrupó a los músicos más talentosos de Mercedes; él, que luego se convirtió en el soporte espiritual y emocional del grupo, esa persona de la que yo tanto esperaba una respuesta a lo incomprensible, tanto en su condición de Ministro de Dios, como de amigo, ...nunca llegó. Ni cuando el accidente, ni en ese interminable año que siguió al mismo.
A todo lo que acabo de relatar, y al Gobierno de turno de esos tiempos, le debo el mayor “stress” postraumático de mi vida; el que aún me acompaña, el que me despierta aterrado y jadeante por las noches.
El cuadro de alucinación y locura en el que quedé sumido, unos cuantos meses después, motivó mi internación en el Hospital Escuela por un mes, y luego otros tres más, en el Hospital Psiquiátrico “San Francisco de Asís” a instancias de médicos amigos como Walter Nigri, el “flaco” Gallardo y otros doctores más, que como estaba muy “chapita”, no recuerdo su nombre.
Quiero destacar en esta parte de mi relato, el aporte incondicional que tanto me ayudó cuando estuve en ese otro trance difícil de mi vida – LA LOCURA - la compañía y la dedicación para atenderme y protegerme de quien era mi compañera en ese entonces, Zuni Aguirre… ella, todos los días venía al Hospital Escuela y luego al Hospital Psiquiátrico, tres veces por día, de mañana, luego cruzaba a Resistencia, luego al mediodía desde donde iba de nuevo a trabajar al Chaco y finalmente a la noche cuando salía de su trabajo.
Su cansancio era indescriptible… mi eterno agradecimiento para ella desde este libro, por esta y tantas otras actitudes generosas de amor. Si no hubiera sido por ella, seguramente no hubiese recuperado la razón jamás, pero sus cuidados y su ternura, hicieron posible el milagro.
El domingo por la mañana, al verme llorar desconsoladamente con cada amigo que se acercaba a abrazarme, una monja chiquita, tomando en sus manos el pequeño crucifijo que pendía en su pecho, se acercó y me dijo: [b]“Hijo, nosotros vivimos estudiando esto y ni aún lo podemos entender, (obviamente refiriéndose al sacrificio de Cristo en la cruz) ¿cómo vamos a pretender entender esto otro?” –me dijo señalándome el río… “acepte esto como la voluntad de Dios, que tal vez estaba queriendo cambiarle el rostro a algo o a alguien, para que de aquí, surja un hombre nuevo” – [/b]esas palabras fueron un bálsamo en mi alma. Tal vez nunca sepa esa hija de Dios, cuánto me ayudó su actitud de amor.

[s]Después de la tragedia[/s]
Caía ya la tardecita del domingo, y cada cual se estaba preparando para volver a su lugar.
Me estaba despidiendo de algunos rezagados que no se resignaban a irse todavía, cuando de pronto se aproximó un camarógrafo que había filmado la actuación de todos los músicos (seis de ellos todavía sumergidos en el río) en la actuación del viernes por la tarde, en el canal de cable local, diciéndome: “Tito, ahí tengo grabado en mi casa todo lo que hicieron en el canal, ¿querés ir a verlo?” Entonces los amigos que estaban alrededor mío le dijeron: “¡Noooooooo! ¿Cómo le proponés eso que todavía él no sale del estado de shock?” ¿Patético, no? …increíble…
Había oscurecido ya y un cuñado de Carlos Miño, se ofreció a llevarme en su auto a mi casa, así que alrededor de las 20:30 hs., salimos de Bella Vista, el chofer, Carlos Miño, mi mujer y yo.
Cuando llegamos a la capital de Corrientes, le dije al que manejaba –“Lleváme hasta… (Un determinado lugar que no recuerdo) – porque allí está nuestro auto”.
Yo debía seguir viaje desde Corrientes hasta San Cosme, lugar éste donde residía con mi mujer de entonces, Giovanna Testolino.
Cuando llegamos los dos a San Cosme, le dije a Giovanna: “No quiero pasar ni por la casa de tu madre, ni por la de tu hermano, por favor, vayamos a la nuestra”.
Una vez allí, me encerré en una habitación totalmente a oscuras, de la cual salía solamente a la tardecita, para visitar en Corrientes a Ricardo Scófano, que fue el compañero de supervivencia más cálido de los cinco, ya que él, al verme salir al límite de mis fuerzas del Paraná, fue el único que me abrazó, luego del espanto.
Con los otros sobrevivientes casi no tuve ningún contacto físico ni de ningún tipo, seguramente en ellos, la procesión iba por dentro…
Por eso, cada vez que me animaba a salir de mi encierro, sólo quería estar con Ricardo. Esa hermandad me reconfortaba como ninguna otra.
Algunas veces me recibía diciendo: “Tito, tengo esta tortillita no más, pero quiero compartirla con vos” y me pedía que yo me acercara a él, muy al ladito de él, hasta que nuestras rodillas se tocaban, y allí sí, con la alegría rescatada de nuestra tristeza, compartíamos lo que había.
Esa actitud, estoy seguro, se debía a la necesidad de sentirnos mutuamente vivos…


[s]Los sobrevivientes[/s]
Apenas el micro tocó el agua, por la puerta de acceso al mismo que venía abierta por la falta de aire en el compresor, salió Ricardo Scófano y en seguida por una ventanilla, Puchi González, el bailarín que había peregrinado a Itatí y dormía en uno de los asientos. Como ellos dos eran excelentes nadadores, cortaron la corriente con firmes brazadas y subieron a la costa.
Los pedidos de auxilio de Ricardo desde la costa, aún resuenan en mis oídos… “¡Auxilioooo, auxilioooo, somos los músicos y nos caímos al agua, socorro!” repetía.
Por su parte, Puchi permanecía callado mirando con terror, lo que ocurría en el agua. ...y pensar que hasta un año más tarde, infaltable cada vez que yo actuaba, se negó a pisar jamás un escenario, ocultándose en el rincón más oscuro, y una vez terminado el espectáculo, cuando la gente venía a saludar, él, como una sombrita se acercaba, me tocaba el brazo y me decía: “Tito, ya vine a verte , ya cumplí con vos, ahora me voy”.
El tercero en volver al milagro de la vida, fue Oscar “Cacho” Espíndola, que según me contó, tampoco sabía nadar y se encontró de repente con el armaje sumergido del hidrómetro que tenía piedras y maderas en la base, me dijo Cacho: “me prendí de allí y nadie me iba a sacar de ese abrazo a las maderas que me salvaron la vida”.
El cuarto en salir fui yo… gracias a la providencial ayuda de “Mozú” y, por supuesto, la mano tendida de mi Dios.
El quinto sobreviviente, que salió después de nadar dos kilómetros, ayudado finalmente por unos pescadores que botaron su embarcación al oír sus gritos de auxilio, fue Carlos Miño, ese hombre al que le debo la vida, por haberme señalado el escape a través de la ventanilla por la cual salimos. Pocas horas después se volvió para Resistencia a tranquilizar a su familia. Me quedé solo, esperando angustiado, a los amigos que vendrían a la mañana siguiente…
Carlos, ante mi insistencia para que se quedara conmigo, único sobreviviente del “Grupo Reencuentro”, se disculpó: “Tito, mis hijos me necesitan y no puedo quedarme”. Me sentí más solo que nunca...
¡...Qué paradoja...! ¡LOS QUE DEBEN ESTAR NO ESTÁN, PERO APARECEN LOS QUE, SIN TENER QUE ESTAR, AFORTUNADAMENTE ESTÁN!
Mientras tanto, los medios de difusión, apresurados por dar a conocer la noticia de la tragedia, mal-informaban hacia los cuatro puntos cardinales con diferentes y encontradas versiones… - decían por ejemplo: “que no había sobrevivientes, que los que habíamos salido estábamos muy lastimados y que el accidente se había producido en la ruta hacia Bella Vista, en fin…tantas cosas más. –
Sabedor de que ello ocurriría, apenas pude razonar, pedí a los que se acercaron a la pieza del Club de Caza y Pesca en donde me reanimaban, que me llevaran a una Cabina Telefónica y a la Policía.
Pretendía de esa manera, tranquilizar a mis familiares, entonces envié dos radiodespachos policiales, uno a mi mujer que había quedado en San Cosme y otro a mis hermanos que vivían en Mercedes… el texto era el mismo: “no se preocupen por mi, estoy bien, Tito”.
Como siempre ocurre en estos casos, la noticia llegó tergiversada a Mercedes… mi hermana Liliana, lloraba por acompañar a mi hermano Tatín que se aprestaba a viajar a Bella Vista, este no estuvo de acuerdo con ello, porque le pedía que quedara a cuidar de mi madre.
Mi hermano, en su Falcon, al que acondicionó sacándole los asientos traseros y haciéndome una especie de cama con frazadas porque le habían dicho que yo estaba quebrado en varias partes de mi cuerpo y clamaba por volver a mi pueblo adoptivo.
Cuando llegó a Bella Vista, se dio cuenta de la realidad, vio como estaba y como a tantos otros, le conté lo que había pasado… el hecho de que mi hermano estuviera conmigo, me dio fuerzas después de cuatro horas del accidente, para salir con él, recorrer los 400 metros que nos separaban de donde se había hundido el micro y, subir la pendiente a pie y mostrarle desde donde comenzó, la caída sin regreso de ese vehículo.
Tatín, fue realmente hermoso sentirte a mi lado en esos momentos…¡¡¡además de tu compañía que tanto bien le hizo a mi alma y a tanto dolor!!!
Y acá, aparece otro delgado hilo conductor, prolongación de la protección de la tía Nerea… al decir de una amiga...
Un hijo de ella, comisionista de hacienda, viajando lejos de allí en su camioneta, oyó en la radio la noticia de la tragedia y la lista de sobrevivientes. Rodolfo Ambroggio, tal es su nombre, abandonó todo lo que estaba haciendo, le puso alas a su vehículo, y entró clamando mi nombre al Club de Caza y Pesca.
Abrió de un empujón la puerta gritando: - “Tito, Tito, Titooo, ¿dónde está Titooo?” - ese gigante, con un corazón más grande aún, estuvo a las tres horas del accidente, sentado en el piso de la habitación donde me reanimaron y me trajo la misma protección que ejercía su mamá conmigo…
“Lolo”, gordo querido, ¡no sabés cuánto me consoló tu presencia y cuánto me confortó tu ayuda en ese momento!
[s]Un Misterio[/s]
“Puchi” González, el bailarín que se salvó con los músicos, tuvo una gran depresión post- traumática en el año que siguió al accidente, se negó a seguir bailando, recluyéndose en su casa de la que solo salía, cuando se enteraba de que yo, actuaría en algún festival o en el “Teatro Oficial Juan de Vera”.
Este talentoso bailarín, se sumergía en una butaca, la más oscura del Teatro, totalmente acurrucado sobre sí mismo y cuando terminaba el show, esperaba prudentemente a que la gente me salude y cuando ya me quedaba prácticamente solo, venía hacia mí, como una sombrita y me decía – “ya cumplí con vos Tito, ya vine a escucharte, ahora me voy” – me daba un apretado abrazo y se perdía en las sombras de la noche -.
Al año justo de lo acontecido en Bella Vista, “Puchi”, en una procesión a Itatí en la que participaban mas de cuatrocientas personas, iba a ofrendarle a la Virgen, la única zapatilla con la que escapó de la trampa mortal del micro, ya que una de ellas, había quedado atascada entre los hierros y él, se descalzó y salió con esa sola zapatilla.
Estaba camino a Itatí, en medio de todas las personas que participaban de ella y su madre, iba caminando tomada de su brazo, llovía cuando, inesperadamente y vaya a saber por que misterioso designio de Dios, descendió del cielo un rayo que lo tocó solamente a él y lo mató en el acto, totalmente carbonizado.
Evidentemente, Puchi iba a agradecer a quien no tiene el poder sobre la vida y la muerte y, los misterios de Dios son a veces, como indescifrables…
[s]Y de nuevo la vida...[/s]
Sin la plenitud de mi instinto de supervivencia, sin la adrenalina que esa situación descargó en mi sangre, completamente solo con mi tragedia, sin contar siquiera con la contención anímica de un profesional, luché por sacudirme el pánico que se había adueñado de mí.
El Gobierno de Corrientes de aquel entonces, no se hizo responsable de que el micro de la tragedia, no tenía permiso para circular y ni siquiera, tomó en cuenta nuestro estado de shock post-traumático.
Tampoco, se nos dio acceso a ninguna consulta con ningún médico psiquiatra, que nos ayudara a sobrellevar ese devastador impacto emocional.
Decidí entonces, dejar la música, esta vez, para siempre.
Sumido en la más honda de las melancolías, me dije: – Ya nadie podrá cantar mis canciones como “Míchel” y jamás habrá un instrumento que traduzca con tal fidelidad el mensaje de mi alma como el fuelle mágico del “Gringo”...
Pese a ello, hechizado creo, por un par de ojos verdes, escapé hacia Mburucuyá, en donde conviví con Juan Carlos Jensen por espacio de cuatro meses más o menos, en su habitación de la casa paterna, en una camita al lado de la suya. ¡¡¡Si me habrás escuchado hermano!!!. Por todo aquello, porque no has caído en la tentación de los envidiosos y mediocres que no hicieron más que vivir para juzgarme, te digo ¡GRACIAS!, por tenerme en cuenta, pues con tu actitud, atravesaste limpiamente las barreras de la estupidez y “te la jugaste”, ofreciéndome mucho de tu callada comprensión.
Luego de ese período de sanar mis heridas en compañía de mi hermano elegido, como nos llamamos mutuamente, el amor me tocó de nuevo cuando probé la miel que vertía el panal de una muchachita correntina, dueña de esos ojos verdes que me decidieron a pensar en que debía volver de nuevo “a la normalidad”.
Y decidimos escuchar al llamado de nuestro amor, y nos fuimos a vivir juntos en un ranchito de barro, paja y adobe, que fue otro lugar en donde totalmente apartado de la música, recalé con mi antiguo barco en su bahía, para reparar los daños de la travesía, creía que, para siempre esta vez.
Voluntariamente exilado en el arenal, y resignado a dejarme morir de tristeza, puse un taller de carburación y encendido, tapado en ese arenal en donde vendí mi bajo eléctrico, mi guitarra electroacústica y me negué a ser músico –para siempre – cansado ya de tantas “amnesias convenientes” y silencios cómplices.
El único contacto que me unía al abandonado mundo de las candilejas, de “motus propio”, era una radio chiquitita, en la cual, en las largas y silenciosas madrugadas de Mburucuyá, escuchaba un programa que se emitía por radio Nacional de Buenos Aires llamado, “La noche de mi país” conducido por “Chochi Guzmán”.
Allí escuchaba entre asombrado y perplejo, a los nuevos creadores que iban surgiendo y contemplaba distante, el añorado mundo de los aplausos y del cariño de la gente, mundo que alguna vez fuera mío, mundo que hoy, miraba de lejos.
En esos días, comenzaron a llegar a Mburucuyá porque se avecinaban las fiestas de fin de año, los chicos que por una u otra razón, no vivían en el pueblito. Mi cuñado, el “Ramoncito” Vera, me dijo: “hoy hay una guitarreada con un artista de aquí, de Mburucuyá, que tuvo que buscar otros horizontes, ya que Mburucuyá le quedaba chico para tanto talento”… Se refería a Tiky Miqueri, aquel que genialmente, había diseñado por muchos años, la coreografía de una de las comparsas más importantes de allí y, además, excelente actor de teatro y muy vinculado y respetado, en el ambiente del arte correntino.
Allí fui, con una guitarra prestada, al encuentro de este artista pueblerino, fallecido ya, que con asombro, escuchaba mis canciones y cautivado por ellas, me invitó a su casa a tomar mate al otro día.
Llevé mi carpeta, como siempre acostumbraba hacer y seguí mostrándole las canciones nuevas que había compuesto con Martha de la Cruz Quiles… entonces, este par mío, el único de Mburucuyá que hablaba mi mismo idioma, me dijo estas textuales palabras: “anoche, cuando escuchaba tus canciones me preguntaba - ¿qué está haciendo semejante talento enterrado en la arena de este pueblito?, me puse muy triste, ¿sabés?, y me dieron ganas de llorar” - ahora que conozco más de tu obra, te digo hermanito - “VENDÉ ESE SOPLETE QUE TE ESTÁ QUEMANDO EL ALMA (se refería al compresor de mi taller) VENDELO Y ANDATE DE AQUÍ CHAMIGO, TU ARTE NO MERECE ESTA POSTERGACIÓN QUE ESTÁS HACIENDO CON ÉL”.
Era lo que necesitaba ó deseaba oír: significó un “clic” en mi mente, un punto de inflexión en mi alma; algo así como un despertar.
Debo agregar que también mi hermano elegido, Juan Carlitos Jensen, (único autorizado a despedirme cuando parta a la Tierra sin Mal), al culminar una guitarreada inolvidable en la casa de Titina y Pedro Paret con que me despidieron de Mburucuyá, me dijo:
“NUNCA FUISTE VOS EN LA PROSAICA TAREA DE LA NAFTA Y COMPRESORES; SIEMPRE SERÁS ARTISTA DE ALEGRÍAS Y DOLORES”
...Y en ese marco sucedió el milagro. Estos dos artistas de lujo, amigos del alma, convalidaron lo que fuera mi firme elección allá por los catorce años.
Y retorné al camino...
M Bofill - Flores del Alma.mp3

lunes, 27 de agosto de 2012

FINALIZÓ EL EXITOSO III FESTIVAL DE CHAMAMÉ DE INVIERNO

                                             El chamamé ardió en el Vera

 Brillante tributo a Edgar Romero Maciel en la voz del “Bocha” Sheridan. Anoche, hacían lo suyo Amandayé en honor a Sosa Cordero.

 En un ambiente acogedor e íntimo, el Teatro Juan de Vera quedó envuelto de emociones que enardecieron al público en la segunda luna de la tercera edición del Festival de Chamamé de Invierno que contó con emotivos homenajes a grandes artistas. Ante una sala colmada de público, el evento finalizaba ayer, al cierre de esta edición con un tributo especial a Osvaldo Sosa Cordero a cargo de Amandayé.
 “Para los correntinos el chamamé es como una religión y esta noche venimos a este templo a rezar”, expresó a época el destacado artista Aldy Balestra que junto a Nini Flores le dieron vida a este festival que ya se aferró al calendario turístico y cultural de la provincia. Un espectáculo que permite disfrutar de una generosa intimidad con los artistas y su música.
Con una humildad admirable, inusual en un extraordinario artista de la talla del guitarrista Marcelo Dellamea, los primeros acordes no tardaron en atrapar al público presente, entre ellos el destacado folclorista Vitillo Ábalos. Junto a Pablo Bentos, que le dio trabajo a su acordeón Piermaría, los músicos crearon una dulce armonía entre ellos y la gente. Dueño de una destreza envidiable en sus manos, Dellamea, a quien lo acompañó también su hermano Hugo, pinceló melodías en su guitarra, para regalar a los presentes temas como “Oh che gente cuera”, “Che Pykasumí” y una maravillosa versión punteada de “Km 11”, entre otros.

 Casi el mismo efecto causó la artista cordobesa Hilda Herrera que abrió su función chamamecera con el tema “Martín del Rosario Ramírez”. “El piano es pobre para el chamamé, pero yo lo siento profundamente y me esfuerzo para hacerlo”, expresó la artista que con una asociación perfecta en los teclados tocó temas como “Viejo río”, “Creciente abajo” y “El Cosechero”, entre otros. También se dio el lujo de tocar con su amigo Nini Flores, varios temas entre ellos “Alma Guaraní”.
El orgullo chamamecero llegó en manos del querido “Paquito” Aranda y su conjunto que desinhibió al público y despertó el sapucay. Con el gemido de su bandoneón, Aranda desempolvó canciones como “Virgencita de Itatí” y “La retrasada”, entre otras.
El cierre de la segunda noche estalló de pasión con la encendida voz de Santiago “Bocha” Sheridan que rindió un emotivo homenaje a Edgardo Romero Meciel. Junto a su hijo “Santy”, si sobrino Sebastián Sheridan en bajo, Juan Hipólito Benítez en acordeón y Leonardo Sena en guitarra tocaron “Enero”, “Lunita del Taragüí” y la polca “Cambacito”. El “Bocha” ofreció un emotivo show y se despidió en medio de una ovación con el tema “Para volver a soñar”.

Padre e hijo juntos
Santiago “Bocha” Sheridan y su hijo “Santy” forman parte de una asociación artística en ascenso y desde hace varios años vienen transitando juntos el camino chamamecero.
“Estoy muy conmovido de poder tocar junto a él”, dijo “Bocha”.

Juventud chamamecera.
El joven chaqueño Marcelo Dellamea y Pablo Bentos brindaron un enardeciente espectáculo donde los sentimientos afloraron con sus dulces melodías. “Es un orgullo para mi poder tocar en este teatro rodeado de grandes artistas”, expresó emocionado Dellamea.

Soberana en la danza.
Portando su brillante corona y vestida de verde, la Reina Nacional del Chamamé, Ana Yanina Torres, hizo honor a su título y defendió con el baile la cultura correntina. Junto al bailarín “Negro” Rojas, conquistaron el escenario con la música de “Paquito” Aranda.

 

 

domingo, 26 de agosto de 2012

ADELANTOS:
     NUEVO MATERIAL DISCOGRAFICO DE LOS V´CINOS

Los V´cinos ya estan ultimando y ajustando los ultimos detalles para el lazamiento de un nuevo material discografico que llevara como titulo "Volveras", este material estara saliendo a la venta a mediado del mes de Septiembre de 2012. De para bien sus fans y seguidores. Aqui le dejamos un videito de sus placas anteriores a disfrutar...




Historiando cantares

                                                         Cañada Fragosa


Hola a todos.
En este "Historiando cantares" traemos el relato del profesor Emilio José Noya sobre "Cañada Fragosa", chamamé de Julio R. Chapo y Eustaquio Miño.
Dejamos al final, el video interpretado por el cojunto de Eustaquio Miño glosas de Juan Carlos Jensen.
Dedicado al Dr Luis Alberto Zapata y Sra a Carlitos Almiron y a la amiga Delia  enfermera que estuvo al lado de don Eustaquio en sus últimas horas de vida. 
Eustaquio Miño
(Fotografía cedida por Ada Azucena Vallejos)
Figura fundamental del cancionero correntino, Eustaquio Miño albergó siempre en lo íntimo de su espíritu el deseo de perpetuar en una composición musical ciertas evocaciones de la adolescencia. Así nace el chamamé "Cañada Fragosa" (La Fonola Chamamecera Selección 78 rpm - Vol. 7), en cuyos versos el poeta Julio Restituto Chapo (1896-1972) refiere los devaneos amorosos del apasionado joven, quien con el arrebato propio de la edad atraviesa las quietas aguas de la misma para visitar a la que sería su futura esposa y madre de diez hijos: Ramona Maidana. Un pingo bautizado "El Mala Junta" fue su compañía inseparable en aquellas aventuras nocturnas, que con frecuencia terminaban con los rayos solares despuntando en el horizonte. Aunque persiste generalizada confusión respecto de su sitio de origen, Miño nació el 20 de septiembre de 1912 en "El Pasito", departamento de General Paz, Corrientes.
La niñez del músico transcurre en el medio rural, donde su padre matiza las actividades labriegas ejecutando aires correntinos con un anticuado acordeón de dos hileras. Esta circunstancia y un hecho fortuito marcaron su destino, en efecto, cierta vez que debe guardar reposo aquejado por una dolencia, se distrae procurando desentrañar los secretos que encerraba el instrumento. Más tarde viaja a Barranqueras y en la ciudad portuaria conoce a Pedro Mendoza, quien le enseña a tocar el bandoneón. Allí se une a un grupo de entusiastas jóvenes, encargados de amenizar los intervalos en cines de barrios con interpretaciones del acervo regional y tangos de la "guardia vieja". Enriquecido por esa experiencia vuelve al medio, instalándose en Mburucuyá.
Con elementos locales decide formar el conjunto "Los Gauchos de Mburucuyá", por cuyas distintas formaciones pasaron valores que luego adquieren notoriedad, pero esencialmente fue un forjador de dúos vocales: Hermanitos Romero, Peregrino-Colman, Vera-Lucero y Quiroz-Miranda. Frecuentes giras por el interior provincial, Chaco, Santiago del Estero y Buenos Aires, donde cumple exitosas temporadas en LS4 Radio Porteña y el "Salón Verdi", cimentaron la popularidad de "Los Gauchos" que llegan a la grabación de placas magnetofónicas en 1954, interviniendo en las mismas los acordeonistas Fortunato Fernández y "Coco" Encinas, el binomio Quiroz-Miranda y Felipe Ferrari (contrabajo).
Pese a que no se lo puede tildar de prolífico, compuso varias piezas de éxitos como sus chamamés "El pasitero", "2 de noviembre", "Don Basilio", "El puestero", "Palo blanco" (cuyo título alude al bastón que emplea el cantor no vidente Alfredo Miranda), "La Querencia" y otras. Bohemio empedernido y generoso gustador de copas en ruedas de amigos ocasionales, fue quemando tragos de su existencia en interminables noches de música y brebajes. Final injusto para quien expuso a lo largo de su tránsito terreno -al margen de incuestionables aptitudes musicales- dotes de modestia y hombría de bien. "El toro buey", como lo apodaban sus allegados, falleció en Mburucuyá el 26 de enero de 1967.


Confluencia fm ya se Viene preparando para el Festejo de su 4to Aniversario

Como ya es costumbre la Radio de la Ciudad, confluencia fm 97.9 se esta preparando para brindarle a todos sus seguidores, Amigos y Poblacion en general una gran fiesta Bailable con la presencia de los Semaneros ya confirmado.En proximas Publicaciones iremos dando a conocer los demas conjuntos que conformaran la Cartelera. Ahora lo invito a Revivir los que vivimos en el 3er Aniversario espero lo disfruten!!!!  



Historiando cantares

                                               Paraje Bandera Bajada

El chamamé "Paraje Bandera Bajada" fue compuesto por don Isaco Abitbol en el año 1962 luego de una actuación en la provincia de Santiago del Estero.
Aquí dejamos la historia relatada por Roberto Gutiérrez Miglio en su libro "Tránsito Cocomarola, el taita del chamamé, y sus cantores". Asimismo, se agregó información sobre dicha zona rural. Y al final del artículo, el video del tema interpretado por Rosendo y Ofelia.
Isaco Abitbol, "El Patriarca del Chamamé"
Entre las tantas giras artísticas que realizó Isaco Abitbol con su conjunto por las distintas provincias del Litoral y por sus zonas aledañas, quedó grabada históricamente su actuación en el paraje Bandera Bajada, en Santiago del Estero en el año 1962, gracias a su inspiración musical, porque en homenaje a su visita y actuación en dicho pueblo dejó la bella melodía de su chamamé al que justamente tituló "Paraje Bandera Bajada".
Ubicación geográfica de Bandera Bajada, en la provincia de Santiago del Estero 
El pueblo, perteneciente al departamento Figueroa, nació por la construcción del embalse "Cuchi Pozo" entre los años 1945 y 1947, y queda cerca de pueblos como Vaca Huañuna y La Invernada, sobre la ruta provincial Nº 2 y a unos 110 km de la ciudad de Santiago del Estero. Se encuentra en una de las zonas de mayor índice de pobreza del país, con emergencia hídrica y sanitaria declarada oficialmente.

El nombre "Bandera Bajada" se debe a que años atrás se usaban banderas para medir la altura del río, y así se señalizaba para poder saber si la altura del mismo permitía cruzarlo o no.
El río Salado en cercanías de Bandera Bajada
El departamento Figueroa está ubicado en el noroeste provincial y es un extenso territorio chaqueño cruzado de noroeste a sudeste por el río Salado -con un lecho muy poco profundo y orillas poco precisas- que debiera regular sus aguas con el mal logrado embalse "Los Figueroa" que actualmente se encuentra colapsado en sectores de su muro de tierra. Sirve para crear un "vaso" para acumular agua en épocas de lluvia en el verano y ser utilizada en épocas de sequía entre julio y octubre de cada año. El río La Guardia es una de sus ramas sin cauce que cuando abren las compuertas deja aislada a la población de varios parajes a causa de las inundaciones. La ruta Nº 5 es la única pavimentada desde Bandera Bajada hasta La Invernada Norte donde es cruzada por la ruta Nº 2 enripiada en todo su trayecto. Los demás caminos de la zona se tornan intransitables en los días de lluvia por ser terreno salitroso y verdaderos bobadales.
Existen comunidades indígenas (tonocotés) organizadas jurídicamente. Los habitantes viven de la cría de cabras y vacunos, otros son hacheros (para la elaboración de postes o carbón). Existen también trabajadores golondrinas, así como también algunos agricultores. La prioridad actual de la población de la zona es el agua, que en muchos casos es la de lluvia juntada de aljibe y que no es potable.

El Hospital Distrital "Dr. Miguel Canllo" -único centro asistencial de salud- y ubicado en Bandera Bajada, asiste a la población de un gran número de parajes y localidades de todo el departamento Figueroa.
La histórica presentación de Isaco Abitbol en Bandera Bajada, en la provincia de Santiago del Estero, se sumó a tantas otras actuaciones de conjuntos correntinos y chaqueños en esa provincia, y al gusto del pueblo santiagueño por el chamamé, que aprendió a valorar en sus viajes como trabajador golondrina en la cosecha de algodón en la provincia de Chaco. Si bien el chamamé que más gustó a los músicos chamameceros de Santiago del Estero, con algunas excepciones, fue el estilo maceta, el tarragosero, el proveniente de Tarragó Ros, surgió el chamamé "Paraje Bandera Bajada" con su melodía romántica como un remanso entre esos chamamés tarragoseros preferentemente rítmicos de la zona.

Inmediatamente después de compuesto en el año 1962, el chamamé "Paraje Bandera Bajada" fue grabado por Isaco Abitbol y su conjunto (disco "La Fonola Chamamecera - Selección 78 rpm Vol. 1"). Al año siguiente, 1963, lo llevó al disco Tránsito Cocomarola y su conjunto (disco "El Taita Marola" - Sello Philips). En 1965 lo grabaron Marcos Bassi y sus "Caballeros del Chamamé", y Damasio Esquivel y su conjunto. Desde entonces se convirtió en un tema clásico del repertorio chamamecero. Isaco Abitbol volvió a grabarlo en dos versiones posteriores, ambas en el año 1984.

A casi 50 años de la actuación histórica de don Isaco Abitbol en Bandera Bajada, seguramente serán pocos los habitantes que recuerden este acontecimiento, pero lo que es cierto es que el nombre de este paraje quedó inmortalizado en un chamamé compuesto por "El Patriarca del Chamamé" y que hoy es ampliamente conocido y ejecutado en todo el Litoral argentino y aún más allá de las fronteras geográficas de nuestro país.



Musicos Pioneros:

La vasta trayectoria astística de Tránsito Cocomarola no puede ser comentada en unas pocas líneas. Por ello sólo incluiremos a las primeras etapas de la labor artística, comentando las primeras actuaciones del famoso "Taitá del Chamamé".

Mario del Tránsito Cocomarola nace el 15 de agosto de 1918 en la localidad de San Cosme, más precisamente en la "Estancia El Albardón", en la Provincia de Corrientes. Allí al influjo de dos culturas, de dos herencias, entre canciones de cuna en guaraní de su madre correntina y melodías de lejanas tierras más allá del océano, traídas en la memoria y la nostalgia de su padre, inmigrante italiano. Allí comienza la historiade un grande de la música chamamecera. El primer contacto que Transito Cocomarola tuvo con la música fue a través de su padre, que era acordeonista, y fue ése (el acordeón) el instrumento que acarició desde pequeño y el primero que aprendío a tocar. Y con sólo trece años, calzando pantalones largos para aparentar más edad y ayudado por las sombras de la noche, actuaba clandestinamente en lugares de vida nocturna para ganarse así sus primeros pesos. Fue también el acordeón con el cual compuso sus primeros temas y con el que siguió grabando algunos años después, aún cuando ya ejecutaba bandoneón.

En forma alternada grababa con uno y otro instrumento. En la década de 1930 se integra a varios Conjuntos y en Corrientes ya actúa, con los dos instrumentos mencionados, en la primera orquesta folklórica de la provincia que dirigía el maestro Ricardo Suárez. Posteriormente, ya en Buenos Aires, ejecuta con “ Los hijos de Corrientes” y el “ Trío típico correntino” que dirigía Emilio Chamorro. También con el conjunto de Osvaldo Sosa Cordero; con el “Conjunto Irupé”, junto a Roberto Ferradás Campos y Santiago Barrientos en 1946; con el conjunto “Los Kunumí” junto a Samuel Claus y Emilio Chamorro; posteriormente, con Ramón Estigarribia y con la agrupación del santaluceño Miguel Repiso; participa en algunas grabaciones con el “Trío Taraguí” de Pedro Sánchez y comparte una larga duración con Julio R. Chapo.

Integrando el conjunto “Los hijos de Corrientes” y en una sesión de grabación, un directivo del sello discográfico lo escucha y queda gratamente sorprendido por la calidad de sus interpretaciones y le propone grabar con su propio nombre. Ese fue el punto inicial que le daría a Cocomarola la posibilidad de trascender al llegar al disco como director de su propia agrupación: El ya legendario y muy recordado “Trío Cocomarola”. Esto ocurre a fines del año 1941 y el día 19 de mayo de 1942 graba sus primeros diez temas en el sello Odeón con acordeón de dos hileras y bandoneón. En este sello discográfico deja impreso un total de 124 temas.

¿Quiénes integran los primeros tríos junto al “Taitá del Chamamé”?
En las primeras diez grabaciones participan, indistintamente, los guitarristas: Colon Cobas, Policarpo Benítez, Pedro Pascasio Enríquez y Luís Ferreyra; ingresa luego a dúo “Los Zorzales”, compuesto por Ramón Hurtado e Isaura Guerreño, hasta el año 1945. Desde 1945 hasta 1948 el dúo Cejas – Ledesma, con José Cejas y Juan Alberto Ledesma. Entre los años 1948 a 1952, grabaron o integraron el conjunto del “Taitá”, Nieves Rodríguez -  conocido como “Tabú, el indio del Norte” Emeterio Fernández, Odilio Godoy, Manuel Gómez, José Cejas –que permaneció un tiempo más- y Antonio Nicolás Niz, en una primera etapa. Posteriormente también se integra al “Trío Cocomarola” el dúo de voces Quiroz – Úbeda, compuesto por Gabino Quiroz y Pascasio Úbeda; este último formaría, tiempo después el afamadísimo dúo Vera – Lucero, otras voces se unen al conjunto: son las de Simón de Jesús Palacios y Santiago Nicolás Verón, a quienes se agregan, el acordeón de Roque Librado González y, nuevamente, la guitarra de Antonio Niz.

Estos son algunos de los conjuntos que Cocomarola integró en sus primeros años de actuación y con los que llevó al disco temas realmente inolvidables.

Se lo ve en fotografías, de septiembre de 1942, integrando el conjunto de Marcos Herminio Ramírez, acordeonista, y las guitarras de Manuel Gómez y Luís Acosta.

Casi al finalizar la década de 1940, el inolvidable bandoneonísta Eustaquio Miño tenía en su formación un dúo de voces que se abría camino a paso firme en el firmamento chamamecero. Cocomarola, que ya lo conocía, lo invita a integrar su conjunto, hecho que ocurre en el año 1952. Estamos hablando de Salvador Miqueri y Eustaquio “Nene” Vera, el afamado dúo Vera – Lucero. Entre los años 1952 y 1956 graban con el “Taitá” una serie de exitosos temas y es, sin duda alguna, este periodo donde se aglutinan factores que convierten en un éxito clamoroso los temas que componen Cocomarola y Salvador Miqueri, aunándose el estilo inconfundible del dúo de voces y el toque justo, equilibrado y armonioso del bandoneón del “Taitá del Chamamé”.

Sin duda alguna que el cantos chamamecero, con la aparición de estos valores, de divide en antes y después de Vera – Lucero. Con Tránsito Cocomarola dejaron grabadas sus voces en veinte temas y todos, sin excepción, incuestionablemente, fueron éxitos. Recordamos algunos títulos: “Rojheyama”, “Para Ti”, “Compañera”, “El boyero”, “Zunilda”, “Chiripá”, “Retorno”, “Puente Pexoa”, “Imploración”, “Mi Selva Eterna”, “Rincón Dichoso”, entre otros.

Pero la vida y obra de Cocomarola no se detiene. Luego de incorporar a Roque L. González, en acordeón; a Juan Ayala, en contrabajo; a la guitarra de Antonio Niz, los dúos y tríos de voces son innumerables: Verón Palacios; Lisandro Cáceres - Evaristo Reyes – Hipólito Argentino Vargas; Gregorio Molina; Julio Godoy; Luís Soloaga; Ireneo Ramírez; Carlos Ramírez; Elpidio Verón Miño; Juan Ojeda; Alfredo Alejandro Almeida; entre otros.

Cocomarola deja grabados en el sello “Odeón” 124 temas y en el sello “Phillips” 250; esto nos demuestra la vigencia de un genio de la música folklórica Correntina. Los temas registrados en S.A.D.A.I.C. superan dos centenares.

Inesperadamente, Tránsito Cocomarola fallece un 19 de septiembre de 1974. Por ley Nº 3278 del gobierno correntino se intituyó esa fecha como “El día del Chamamé”.